La familia de Jesús, un camino a seguir

Queridos hermanos y hermanas,
En este pequeño espacio de reflexión queremos seguir reflexionando sobre la realidad de nuestras familias. Hay muchas realidades que toda familia tiene que atender y dar respuesta en cada etapa de vida de sus miembros. Para esto tomamos como punto de análisislo que la Iglesia hoy nos enseña a partir de la reflexión del Papa Francisco. Es de destacar que aquí no vamos a abordar todos los desafíos de la familia actual pero al menos nos detendremos a contemplarla en algunos aspectos desde la vivencia de la Familia de Nazaret. En este año tan especial dedicado a San José queremos compartir la ternura y el amor de la Familia de Nazaret.

 

Ordo Franciscanus Saecularis
Consilium Internationale
COMISIÓN FAMILIA
Fr. Hernán Eguzquiza, TOR

La familia de Jesús, un camino a seguir

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Queridos hermanos y hermanas,
En este pequeño espacio de reflexión queremos seguir reflexionando sobre la realidad de nuestras familias. Hay muchas realidades que toda familia tiene que atender y dar respuesta en cada etapa de vida de sus miembros. Para esto tomamos como punto de análisislo que la Iglesia hoy nos enseña a partir de la reflexión del Papa Francisco. Es de destacar que aquí no vamos a abordar todos los desafíos de la familia actual pero al menos nos detendremos a contemplarla en algunos aspectos desde la vivencia de la Familia de Nazaret. En este año tan especial dedicado a San José queremos compartir la ternura y el amor de la Familia de Nazaret.

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En los últimos cincuenta años, las familias han sufrido una transformación drástica. En muchos lugares, gran cantidad de matrimonios terminan en divorcio. La unión libre es cada vez más común y cada vez más niños nacen de parejas no casadas. La adopción y la paternidad por parte de parejas del mismo sexo se normaliza cada vez más.

• Ante esta realidad cómo punto de partida podemos hablar en la fraternidad.
1. ¿Qué factores están desencadenado estos cambios en la estructura familiar?
2. ¿Cómo se da la comunicación en nuestras familias? ¿Qué estamos comunicando?

Juzgar

Desde nuestra cosmovisión cristiana estamos llamados a mirar con serenidad esta situación y trabajar por la vitalidad de nuestras familias. Problemas, dificultades, tiempos de crisis puede sobrevenirnos pero nuestra fe y nuestros valores nos invitan a mirar más allá. Compartimos la reflexión del Papa Francisco, quien nos propone a la Familia de Nazaret como el modelo hacia el cual estamos llamados a tender y volver siempre. Nos decía el Papa:

La liturgia nos invita a contemplar a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Es hermoso pensar en el hecho de que el Hijo de Dios ha querido tener, como todos los niños, la necesidad del calor de una familia. Precisamente por esto, porque es la familia de Jesús, la de Nazaret es la familia-modelo, en la que todas las familias del mundo pueden hallar su sólido punto de referencia y una firme
inspiración. En Nazaret brotó la primavera de la vida humana del Hijo de Dios, en el instante en que fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María.
Entre las paredes acogedoras de la casa de Nazaret se desarrolló en un ambiente de alegría la infancia de Jesús, rodeado de la solicitud maternal de María y los cuidados de José, en el que Jesús pudo ver la ternura de Dios (cf. Carta apost. Patris corde, 2).

*Esta sección, la del juzgar, podemos hacerla en tres grupos. Cada grupo comparte un punto y luego lo comparte en plenaria.

a. Una vez leídos un punto por cada grupo nos reunimos en plenaria y exponemos a los demás lo que el Papa propone

b. En un segundo momento exponemos el fruto de la reflexión del grupo sobre el tema

Primer punto

A imitación de la Sagrada Familia, estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza. En la familia se podrá experimentar una comunión sincera cuando sea una casa de oración, cuando los afectos sean serios, profundos, puros, cuando el perdón prevalezca sobre las discordias, cuando la dureza cotidiana del vivir sea suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios. De esta manera, la familia se abre a la alegría que Dios da a todos
aquellos que saben dar con alegría. Al mismo tiempo, halla la energía espiritual para abrirse al exterior, a los demás, al servicio de sus hermanos, a la colaboración para la construcción de un mundo siempre nuevo y mejor; capaz, por tanto, de ser portadora de estímulos positivos; la familia evangeliza con el ejemplo de vida.

Es cierto, en cada familia hay problemas, y a veces también se discute. “Padre, me he peleado…”; somos humanos, somos débiles, y todos tenemos a veces este hecho de que peleamos en la familia. Os diré una cosa: si nos peleamos en familia, que no termine el día sin hacer las paces. “Sí, he discutido”, pero antes de que termine el día, haz las paces. Y sabes ¿por qué? Porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. No ayuda. Y luego, en la familia hay tres palabras, tres palabras que hay que custodiar siempre:

“Permiso”, “gracias”, “perdón”. “Permiso”, para no entrometerse en la vida de los demás. Permiso: ¿puedo hacer algo? ¿Te parece bien que haga esto? Permiso. Siempre, no ser entrometidos. Permiso, la primera palabra. “Gracias”: tantas ayudas, tantos servicios que nos hacemos en la familia: dar siempre las gracias. La gratitud es la sangre del alma noble. “Gracias”. Y luego, la más difícil de decir: “Perdón”. Porque siempre hacemos cosas malas y muchas veces alguien se siente ofendido por esto: “Perdóname”, “perdóname””. No olvidéis las tres palabras: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Si en una
familia, en el ambiente familiar hay estas tres palabras, la familia está bien. (Ángelus del domingo 27 de diciembre 2020, Fiesta de la Sagrada Familia).

Segundo punto

José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Os 11,3-4).
Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Sal 103,13).
La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. Si esta es la perspectiva de la economía de la salvación, debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura[12].
El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el
juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos
salvará de la obra del Acusador (cf. Ap 12,10). Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura. Paradójicamente, incluso el Maligno puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, es para condenarnos. Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona. La Verdad siempre se nos presenta como el Padre misericordioso de la parábola (cf. Lc 15,11-32): viene a nuestro encuentro, nos devuelve la dignidad, nos pone nuevamente de pie, celebra con nosotros, porque «mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (v. 24). (Carta apostólica Patris Corde del Santo Padre
Francisco)

Tercer punto

El Evangelio de hoy invita a las familias a percibir la luz de esperanza que mana de la casa de Nazaret, en la cual se ha desarrollado en la alegría la infancia de Jesús, el cual – dice San Lucas – «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres» (2,52). El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser ‘Iglesia doméstica’, para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y volverse fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Sagrada Familia son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.
Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede aprender indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede tomar fortaleza y sabiduría para el camino de cada día. La Virgen y San José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a generarlos y educarlos cooperando de forma maravillosa con la obra del Creador y donando al mundo, en cada niño, una sonrisa nueva. Es en la familia unida que los hijos alcanzan la madurez de su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto recíproco, de la comprensión mutua, del perdón y de la alegría.

Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría que es fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace saborear la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. Pero como cimiento de todo está la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos. Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la
armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. Sin embargo, la familia que vive la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo ha traído como don para la humanidad». (Ángelus del Papa en la solemnidad de la Sagrada Familia, 27 de diciembre de 2015)

Actuar

*Una vez terminada la exposición de los grupos compartimos
a. ¿Qué resonancias quedan de lo que hemos compartido hasta ahora?
b. ¿Qué valores nos invita a incorporar y a seguir trabajando en nuestras familias el Papa Francisco?
c. ¿Qué podríamos hacer como fraternidad para apoyar y acompañar a las familias de nuestro ambiente?

ORACION A SAN JOSÉ:
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
Abril 2021