AMOR A DIOS
ROMA — Una mesa redonda sobre los distintos tipos de amor fue uno de los momentos más destacados del Capítulo General del 14 de noviembre.
El libanés Michel Janian, ex Consejero de la Presidencia, dijo que los signos del amor de Dios están en todas partes: en la creación, en Cristo, en la Biblia, en la Regla, en los escritos de San Francisco… y en el Evangelio.
Vivir el amor de Dios como franciscanos seglares puede verse en la comunidad, la oración, el servicio, la alegría y la sencillez. Los desafíos para vivir el amor de Dios incluyen el ego y el orgullo, el juicio y el prejuicio, el miedo y la indiferencia.
Considera, instó, cómo Francisco nos inspira a vivir el amor y a compartir el amor de Dios con los demás en nuestra presencia entre los necesitados.
Empezar por lo posible, dijo, que lleva a lo imposible.
AMOR A LOS DEMÁS
No hay mejor lugar para comprender plenamente el “amor a los demás” que sirviendo a los necesitados y a los invisibles de nuestra sociedad.
Tal fue la experiencia de la panelista Stefania Marinetti, OFS, antigua consejera nacional de la OFS de Italia. Sirvió entre 200 voluntarios en el comedor de Santa Clara.
Fue agotador, dijo, pero “lleno de bendiciones” mientras trabajaban con ancianos solitarios, familias sin hogar, víctimas de terremotos, refugiados, inmigrantes, alcohólicos y drogadictos.
“Para nuestros huéspedes no sólo cocinamos: cuando podemos nos sentamos a la mesa con ellos, conocemos sus historias. Porque, como cuentan los Jasidim en el hermoso libro de Martin Buber, “esto es el amor a los hombres, sentir lo que necesitan y soportar su dolor”.”
AMOR A SÍ MISMO
El psicólogo y franciscano seglar Ricardo Gerardo Herrera Sandi, de Costa Rica, dio permiso a los capitulares e invitados para “amarse a sí mismos”.
Algunos franciscanos seglares pueden no reconocer esto como importante e incluso pueden considerarlo egoísta, dijo Ricardo. El enfatizó: “Quererme a mí mismo no es egoísmo”. Debemos cuidar de nosotros mismos. Mateo 22,34-45 nos recuerda que debemos amar a Dios… y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Claramente, eso significa que debemos amarnos a nosotros mismos. Dios nos invita a amarnos a nosotros mismos.
Lo hacemos atendiendo a nuestras necesidades más básicas de la vida: alimentación, sueño, salud, acompañamiento físico, capacidad de expresar nuestros sentimientos y realización de nuestros proyectos.
Subrayó que debemos estar básicamente bien para poder ayudar a los demás. Con este equilibrio tenemos una mayor sensación de bienestar para poder centrarnos en ayudar y amar a los demás.