Por Tibor Kauser, OFS
ministro general
Recordando los últimos tiempos de la vida de San Francisco, esto podría resonar en nuestros oídos: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, pues hasta ahora poco o nada hemos hecho.” (1Cel 103) ¡Que esto nos sirva de inspiración, celebrando la fiesta de nuestro Seráfico Padre San Francisco! Esta disposición constante a renovar, a recomenzar, a refrescar, es algo fundamental que tenemos que aprender de San Francisco. Es realmente esencial para poder amar, para estar abiertos a Dios y para estar abiertos a los demás.
Vemos que san Francisco se ha abierto perfectamente, tanto que “el verdadero amor de Cristo había transformado al amante en la imagen del amado… y llevaba en sí la efigie del Crucificado” (San Buenaventura, Leyenda Mayor XIII). Esto tampoco es imposible para nosotros. Ciertamente, los estigmas son signos excepcionales de esta transformación, pero no debemos decir que no podemos ser transformados por Cristo y que no podemos llevar la efigie de Cristo. Si renunciamos a esto, renunciamos a nuestro objetivo principal, llegar a ser santos.
¡Que esta fiesta de San Francisco nos ayude a todos a abrirnos a Dios, a renovarnos, a ir a servir, y en esta apertura dejemos que Cristo nos transforme para poder llevar su efigie! ¡Feliz fiesta de San Francisco!